LEYENDA SHUAR
Esta leyenda narra las vivencias del niño Etsa, cuyos padres fueron raptados y asesinados por el demonio IWIA, maléfica entidad que acostumbraba capturar y digerir a los miembros de la nación de los SHUAR.
Durante años Etsa vivió bajo la égida y dominio de Iwia, haciéndo creer al niño que el demonio era su padre. Y en estas circunstancias lo obligaba a salir a cazar animales para poder saciar su hambre insaciable. Además Etsa debía llevarle cualquier tipo de ave para que el demonio se la sirviera como postre.
Tal fue la cantidad de aves cazadas, que en una de sus salidas Etsa pudo darse cuenta que ya no las encontraba en ningún sitio de la selva, sólo encontró a una solitaria paloma que se llamaba Yápankam, encaramada en la rama de una Malitagua.
La paloma le comentó a Etsa lo malvado que era Iwia, y que él no era su padre. Al principio el niño no creyó al ave. Sin embargo, y a medida que Yápankam le contaba más sobre los hechos acaecidos, el niño rompió en llanto lleno de ira, al aceptar la trágica y dolorosa realidad.
Conmovida por el dolor de Etsa, el ave le comentó que aunque no era posible hacer regresar a sus padres fallecidos, sí habría manera para que la selva se llenara de aves como antes.
Etsa debía tomar las plumas de todas las aves que había cazado, las metiera en su cerbatana y luego soplara con fuerza. Etsa hizo lo sugerido y pudo observar que a medida que soplaba por un extremo de la cerbatana, por el otro salían aves en grandes cantidades, volando por todos los rincones de la selva que había quedado vacía.
Fue así que ahora el Oriente ecuatoriano puede mostrar una inmensa variedad de aves que siempre tuvo en sus rincones.
Ni qué decir que Iwia y Etsa desde aquel momento son enemigos irreconciliables...
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