En épocas pasadas, los antiguos habitantes de algunas regiones del hoy Brasil, tenían la creencia que la Luna era un dios masculino, y durante el plenilunio, este bajaba a la tierra para casarse con una india. Se lo consideraba un dios hermoso y valiente guerrero y las indias querían ser tomadas en cuenta por él, para convertirse en estrellas del cielo.
Una de las indias era, Naiá, hija de un cacique, quien tenía la esperanza de ser conquistada por la Luna. Todas las noches despejadas, Naiá corría tras la Luna y esta siempre le era esquiva. Hasta que una noche la princesa vio el reflejo de la Luna en las aguas de un río. La ilusa se arrojó al agua y desgraciadamente murió ahogada debido a las fuertes corrientes.
Viendo esto y admirada del amor de Naiá, la Luna la convirtió en una bella flor. La hizo aparecer sobre la superficie y la llamó IRUPÉ (que en lengua guaraní significa "Plato sobre el Agua").
Desde entonces, Naiá, convertida en la flor del Irupé, espera ansiosa cada noche la aparición de su amado, la Luna, para abrir sus pétalos y recibir los rayos del astro nocturno...
Este relato es uno de los varios existentes sobre el origen del Irupé y su flor.
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